La toxina botulínica, más conocida como Bótox, es un procedimiento estético que bloquea la unión entre el músculo y el nervio. Al bloquear esta unión, permite que el músculo se relaje por completo e impide que éste se contraiga por un tiempo determinado, generalmente entre cuatro a seis meses.

En la gran mayoría de los casos, los pacientes recurren a un especialista para aplicar Bótox cuando las arrugas o expresiones faciales ya comienzan a molestar, especialmente las que se forman en el entrecejo, la frente o las provocadas por el paso del tiempo y la gesticulación.

Si bien se trata de un procedimiento ambulatorio y con bajo riesgo, existen ciertos mitos que asustan a los pacientes respecto al Bótox. El primero de ellos tiene relación con algunos casos que se han visto en la televisión donde se ha hablado de resultados completamente desfavorables para los pacientes, pero la verdad es que en esos casos lo que se aplicó no fue Bótox, pues la toxina botulínica no rellena y jamás provoca aumento de volumen.  Lo segundo se refiere a la paralización total y la pérdida garrafal de las expresiones del rostro, producto de la aplicación excesiva de la toxina.

“Yo siempre recomiendo a las personas que desean comenzar con las aplicaciones de Bótox partir de a poco, con dosis menores que sólo suavicen ciertos movimientos, para que ellos también vayan evaluando si les acomoda este tratamiento”, dice María José Orellana, especialista en rejuvenecimiento facial y directora médica de Dermapiel.

Por otra parte, vale mencionar que este tipo de tratamientos debe ser efectuado por profesionales capacitados y expertos en esta materia, porque por más pequeña que sea la intervención al rostro, se debe tener la precaución y evitar resultados desfavorables en la zona más visible de nuestro cuerpo.